El mismo papel que juega la leyenda del rey Arturo para los ingleses o la de Beowulf para los alemanes lo juega el rey Don Pelayo y la batalla de Covadonga para los españoles. Es la consolidación del concepto de nación apelando a un origen mítico. Los tres tienen en común la mezcla entre la realidad y la ficción. Son personajes reales entre los que entremezclan leyendas que lo elevan a la categoría de héroes. Hay que destacar también que en la idea de nación, tan elogiada en el romanticismo, se da el enfrentamiento con un enemigo. En el caso de la leyenda de Arturo este enemigo son los sajones, que invaden los territorios de los britanos, como aparece en la obra de Geoffrey de Monmouth. En el caso de España por su historia particular quien juegue el rol de enemigo de la nación serán los musulmanes. Resulta curioso destacar que ambos casos se contrapone no sólo las costumbres sino también las ideas religiosas, ya que en Historia de los reyes de Britania se cuenta que los sajones eran paganos y que destruían las Iglesias. Pareja situación se ve en España con el encuentro entre el mundo musulmán y el cristiano y, aunque en la realidad los enfrentamientos no fueron tan exagerados y hubo años de convivencia, en el nacimiento de la idea de nación española sí juega un papel importante esa contraposición.
“Todas las naciones buscan un héroe sobre el que cimentar su orígenes y Pelayo se ha convertido en uno de los símbolos de identidad de la nación española. (…) Su figura y la victoria de Covadonga significaron el origen del reino de Asturias, el inicio de la reconquista frente al poder musulmán y la génesis del futuro Estado español.” (González Ruiz, David, Breve historia de la leyendas medievales, p. 81).
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Don Pelayo, primer rey de Asturias.
La falta de documentación en relación con la figura de Pelayo ha hecho posible que en torno a él surjan ciertas leyendas. Sin embargo, se encuentran bases suficientes para afirmar la historicidad del personaje. En un manuscrito del siglo ix se le considera hijo del duque Fávila y perteneciente a la corte del rey visigodo Witiza (700- 710). También a crónicas que le otorgan una ascendencia real como el la Crónica Alfonsina. Este intento de vincular a un héroe con una genealogía noble o real es común a muchas leyendas. Si se recuerda el origen de Arturo, que, a pesar de ser criado por Merlín, se le considera hijo de Uter Pendragón y, por lo tanto, heredero legítimo de la corona.
Según las Crónicas Alfonsinas Witiza, que era un hombre deshonesto e iracundo, discutió con el duque de Favila por una mujer y lo mató. Pelayo viendo peligrar su vida huyó a Jerusalén y allí permaneció hasta la muerte de Witiza. A éste le siguió en el trono Rodrigo, elegido por los magnates y hombres de la corte. Pelayo regreso a España y se puso a su servicio. Pero el hijo de Witiza y su hermano Oppas no estaban satisfecho con esto. Oppas, arzobispo de Sevilla, traicionó por ello a la corte visigoda y permitió la entrada del ejército musulmán en España en 711. El rey Rodrigo estaba en ese momento en lucha contra los vascones, por lo que el ataque de otro ejército le cogió por sorpresa. A pesar de ello se reunió con sus tropas y se enfrentaron a los invasores en la batalla de Guadalete. Existe la leyenda de que en esta batalla ya se encontraba Pelayo luchando al lado del rey. Al caer éste huyó con sus hombres a Toledo para esconder un tesoro, que constaba no sólo de numerosas joyas, sino también del Arca de la Alianza. Según reza la leyenda Don Pelayo escondió el tesoro en el Monte Sacro, cerca de Oviedo. Muchas de las leyendas de la época medieval giran alrededor de tesoros fabulosos y con propiedades mágicas o religiosas, como son el tesoro de los Nibelungos o el Santo Grial.
La totalidad de la Península Ibérica cayó en manos de los musulmanes. Pelayo se estableció en Asturias, pero, al igual que el resto de la nobleza visigoda, pagaba los impuestos correspondientes a los musulmanes. El gobernador bereber de Asturias, Munuza, tenía buen trato con Don Pelayo y por este motivo lo envió a Córdoba como parlamentario. No obstante, en ausencia del héroe Munuza intentó seducir a la hermana de Pelayo, que era considera un mujer de una gran belleza, por lo que Don Pelayo juró vengarse. Hay que tener en cuenta que estas uniones entre nobles de origen cristiano y de origen musulmán no eran extrañas, la propia viuda de Rodrigo se casó con el primer valí de Al- Andalus. Este elemento además no sólo es propio de las leyendas, sino que recuerda a las historias Perceval o Lancerot, es decir, a las narraciones de caballería.
En 718 Don Pelayo se convirtió de nuevo en fugitivo esta vez de Munuza. Huyendo a los hombres de Munuza llegó hasta el valle de Cangas donde el pueblo de los astures celebró un concilium. Don Pelayo los convenció para que se unieran a él en una revuelta popular. Dejaron de pagar impuestos y realizaron pequeñas escaramuzas contra los musulmanes. Pero no supusieron un problema grave para las tropas de Al- Andalus, que se centró en la conquista de la Galia Narbonense. La derrota sufrida en Toulouse llevó a Anbasa Ibn Suhaym-al- Kalbi, nuevo Emir de Al- Andalus, a intentar subir la moral de sus tropas. De ahí que decidiera acabar con la revuelta astur.
El ejército musulmán dirigido por el general Alqama entró en Asturias sirviéndose de la calzada romana. Los astures no contaban con muchos efectivos y sufrieron el ataque del ejército enemigo. Los musulmanes levantaron un asno salvaje como burla hacia Don Pelayo y sus hombres. Entre las luchas y el hambre la revuelta astur estuvo a punto de desaparecer. Alqama pensó que habría que negociar la redención, como había ocurrido en otras ocasiones con la nobleza visigoda. Por ello se hizo acompañar del traidor Oppas. Don Pelayo viendo que le superaban en número y que apenas le quedaban efectivos se retiró a lo que hoy día se conoce como Covadonga. La situación de esta garganta era prefecta para resistir un asedió. De ahí que los astures lo conocieran bien.
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Covadonga, la cueva sagrada.
A parte de la situación estratégica se dice que Covadonga era un lugar mágico. La leyenda cuenta que un ermitaño había revelado a Don Pelayo los secretos de la cueva y la salida secreta por la gruta de Orandi. Antiguamente se asociaba a la cueva propiedades mágicas y se rendía culto a la Virgen en ella. El nombre de Covadonga (Cueva de la Señora o Cueva Honda) hace referencia a este culto.
Pero el culto no tiene su origen en el cristianismo, sino que se ancla en la cultura celta. Hay que tener en cuenta que estos territorios los elementos celtas sobrevivieron durante más tiempo. Según estas creencias la cueva estaba asociaba a divinidades femeninas de la naturaleza. De ahí la facilidad de relacionarlo en la época cristiana con la Virgen, cosa que ha ocurrido en muchos lugares de España. Por eso se cree que en el culto a la Virgen se asentó con tanta rapidez y aún hoy día sigue vigente en muchos puntos. En las Crónicas Alfonsinas se relaciona esta cueva con Enna, divinidad de origen celta también conocida como Anna, Danna, y que quedó asociada con la madre de la Virgen, Ana.
El río Deva es considerado también sagrado, algo bastante común en la mitología celta. Este río cae en una cascada y forma un remanso, llamado Pozón, que acaba en un riachuelo y una fuentecilla milagrosa, que brota de la roca. Reza la leyenda que quien beba de esta agua encontrará el amor y en menos de año se casará. Deva es considerado por la tradición sánscrita una divinidad resplandeciente, un ser celestial, comparado con el arcángel San Miguel.
Todas estas leyendas mezcla de la tradición cristiana con la celta se vinculan a la batalla de Covadonga y a la proclamación de Pelayo como rey de Asturias. Según la historia popular la propia Virgen bajó del cielo a ayudar a los astures contra el ejército musulmán.
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La batalla de Covadonga.
El 28 de mayo de 722 tuvo lugar la famosa batalla que fue el comienzo de la expulsión de los musulmanes de la tierra de los visigodos. Hay historiadores que han puesto en duda la existencia real de esta batalla. Lo que sí parece ser cierto es que hubo una exageración de los hechos, que se justifica por la importancia de esta contienda como embrión de la nación española. Unido a esto se ve que la lucha de un ejército pequeño frente a otro mucho mayor es un lugar común en las leyendas populares y la gesta de los héroes, como ocurre con el personaje de William Wallace en Inglaterra.
En la Crónica Alfonsina se afirma que el ejército musulmán contaba con 187.000, una cifra difícil de creer. Aunque la exageración de los cronistas se puede llegar a entender, como ya se ha dicho. Antes de la batalla Oppas fue mandado para negociar con los astures, que no quisieron escucharle. Pelayo le recriminó su falta de fe y su traición a la cristiandad.
Ante esto los musulmanes lanzaron una lluvia de flechas contra la pequeña resistencia del pueblo asturiano, que se protegió en la cueva. Además los astures conocían el territorio y se habían diseminado por las cimas vecinas. En el momento en el que los musulmanes entraban por la garganta cayeron sobre ellos. El poco espacio y la cantidad de hombres les impidió maniobrar. Murieron, según la citada Crónica, 124.000 musulmanes, entre los que estaba Alqama. El resto de las tropas huyeron en dirección a Liábana de forma desorganizada. Pero su huida se vio interrumpida por un alud, que, según la leyenda, fue fruto de la intervención divina. También se afirma que a Pelayo se le apareció una Santa Cruz, actual símbolo de Asturias, que ahuyentó a los musulmanes y que la propia Virgen ayudó en la victoria.
El gobernador Munuza al ver que los hombres huían de Covadonga se intentó también huir por miedo a una sublevación de la nobleza local. Sin embargo, los astures le dieron caza en Olalíes y le mataron.
Dejando de lado la exageración de las cifras de los ejércitos y los elementos mágicos, la victoria en la batalla de Covadonga de los astures se debió a una falta de juicio por parte de Córdoba, que consideró que no era necesario prestar atención a las revueltas, y la falta de estrategia del general Alqama. Se puede afirmar, sin embargo, que esa pequeña revuelta fue el comienzo del Reino de Asturias. Y es que como se afirma en la película El hombre que mató a Liberty Valace: “Cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que recordar la leyenda.”
Bibliografía:
Ávila Granados, Jesús, (2007), Mitología celta. Raices y símbolos mágicos de la primera cultura europea, Madrid, ed. Martínez Roca.
González Ruiz, David, (2010), Breve historia de las leyendas medievales, Madrid, ed. Nowtilus.
Gracia Noriega, José Ignacio, (2006), Don Pelayo. El rey de las montañas, Madrid, ed. La esfera de los Libros.
Monmouth Geoffrey de, (2004), Historia de los reyes de Britania, Madrid, ed. Alianza.