Roderico, más conocido como Don Rodrigo, fue el último de los reyes visigodos en la Península Ibérica.
Elegido rey por consenso y no por herencia, su vida está rodeada de leyenda, y su reino, que duró poco más de un año, fue conquistado por los musulmanes en poco tiempo.
Nos situamos en la provincia de Hispania, las tropas romanas tardaron 200 años en conquistar la península desde que Escipión puso los pies en ella hasta que Augusto acabó con los cántabros y vascones en el año 17d.C.
Es el el siglo VI, concretamente en el año 507, cuando, muerto el rey Alarico II en Francia después de la derrota en la batalla de Vouillé, los godos deciden emigrar a Hispania con ansias de conquistarla lo que efectivamente logran, instalándose como reino en la península.
Los visigodos pertenecían a los pueblos considerados bárbaros que buscaban el fin del Imperio Romano. Su origen lo encontramos en el norte del Mar negro, desde donde parten a conquistar la Galia instalándose allí entre los siglos IV y V d.C hasta que son expulsados en el 507 como hemos mencionado antes.
Una vez situados en el contexto, centrémonos en el personaje que nos ocupa: Roderico, rey godo coronado como tal en el año 710, y castellanizado su nombre con el de Don Rodrigo.
La monarquía goda, a la llegada de Don Rodrigo al trono estaba visiblemente debilitada. El reino de Toledo era la capital del imperio.
Absorbidos por los nobles, se dejaban guiar por ellos para todo y los necesitaban para sobrevivir por lo que cada rey se rodeaba de sus más leales súbditos de la aristocracia, llamados fidelis regis (los leales al rey).
La forma de elección de los monarcas era electiva, se reunían en el senado y se elegía al más apto para llevar el peso de la corona.
Cabe decir que los reyes ponían todo su empeño en que este puesto fuese hereditario y sus vástagos ocupasen el trono a su muerte.
Esto llevaba a luchas de poder e intrigas que son famosas en la historia, y se llamaron morbos gothorum (enfermedad de los godos).
A éstos problemas en la Corte se sumaban los problemas con el pueblo, época de hambres, peste, leyes antisemitas, conflictos con algunas zonas…
En el año 710 muere Witiza, penúltimo rey visigodo, y los nobles deciden utilizar las votaciones y no el derecho hereditario para escoger un rey adecuado.
En el sínodo de Toledo, en ese mismo año, es elegido Roderico, y no Agila, hijo del monarca fallecido y por tanto su heredero.
Roderico era un Dux de la Bética emparentado con la familia del rey Chindasvinto.
Esto fue el principio de una guerra civil con dos bandos: los que apoyaban a Roderico, desde las provincias meridionales y los que apoyaron a Agila en las provincias septentrionales, este último fue apoyado por el obispo de Sevilla, Oppas, que era precisamente el hermano de Witiza.
Aquí la historia comienza a mezclarse con la leyenda, pues se dice que estos enfrentamientos venían de antiguo; y que Witiza había encarcelado y sacado los ojos al padre de Rodrigo (Teodofredo).
Así pues, Don Rodrigo comenzó a reinar apoyado solamente por una parte de la nobleza, y en un reino cada vez más hostil debido a las rencillas con los judíos expulsados, el levantamiento de los pueblos del norte -sobre todo de los vascuences- y la pobre situación económica.
Los musulmanes ansiaban además, hacerse con las tierras hispanas.
En estas circunstancias, aparece la figura del Conde Olián, conocido en España como Julián. Era el gobernador de Ceuta que en estos momentos era la última posesión bizantina de África del Norte, constantemente atacada por los musulmanes que la veían como frontera para poder acceder a la Península Ibérica.
Los enfrentamientos con estos últimos eran constantes, pero siempre había tenido el apoyo de las tropas visigodas para ayudarle en las contiendas, por lo que, previsiblemente, era un gran aliado.
Era uno de los fidelis del grupo de Witzila, que apoyaba a Agila, quien le había pedido ayuda para derrotar a Don Rodrigo.
Sin embargo, Julián, traiciona a los visigodos ayudando en el paso de las tropas musulmanas hacía nuestras fronteras por el estrecho de Gibraltar.
Aquí de nuevo, la leyenda se mezcla con la historia.
No sabemos las causas reales de tal traición de Julián hacia los visigodos, según la leyenda, Julián tenía una hija llamada Florinda a la que apodaban La Cava. Había sido educada en la Corte visigoda y Don Rodrigo se habría enamorado perdidamente de ella, ante la negativa de ésta tras múltiples intentos de cortejarla, el rey acabaría forzándola y deshonrándola, lo que levantaría la ira de su padre Julián y de aquí la traición hacia el que en otro momento fuera su aliado.
Sin embargo no tenemos fuentes fiables de que ésta historia fuese verdadera.
Muchos historiadores manejan la idea de que Julián pediría ayuda a los musulmanes para apoyara a Agila y devolverle todas sus posesiones arrebatándoselas a Don Rodrigo.
El caso, es que Don Julián deja el paso de las tropas de los musulmanes, que estarían al mando de Tariq ibn Ziyad, que posiblemente pasan a la península a finales del 710 (tampoco contamos con las fechas exactas) como un primer tanteo, con un ejército que saqueó algunas ciudades de Andalucía, para luego volver a África.
En abril del 711, Tariq con aproximadamente 7000 hombres, cruza los mares en busca de la conquista hispánica. Se vería reforzado por otros 5000 hombres enviados por otro general, Musa ibn Ziyad. Como campamento base se sitúan en lo que actualmente es Algeciras.
Mientras esto sucedía Rodrigo se encontraba en la zona norte, concretamente en Pamplona, preparando un ataque contra los vascones, cogiéndole la invasión por sorpresa.
Tiene que trasladarse inmediatamente al sur sin tiempo para preparar la batalla, pide ayuda y posiblemente su ejército era mayor en número que el de los invasores.
Las tropas de Tariq comenzaron a avanzar hacia el norte y a su paso derrotan al Duque de la Bética, Teudomero.
Finalmente, ambos ejércitos se encuentran (no sabemos a ciencia cierta el lugar exacto, pero en algún punto del río Guadalquivir)) y se produce la batalla definitiva llamada de Guadalete (en la fuentes árabes llamado Wadi Lakka)
Ambos ejércitos eran poderosos.
Aunque antaño eran enemigos, ante el temor de una invasión y conquista los hijos de Witiza, Sisberto Y Abba, parecen apoyar a Don Rodrigo.
Pero los acontecimientos dan un giro dramático; una vez Rodrigo tiene desplegados sus ejércitos de manera organizada, en alas, y una vez están enfrente de los musulmanes, las alas lideradas por Abba y Sisberto se pasan al bando enemigo, quedando las tropas de Rodrigo en inferioridad numérica y rota su estrategia.
La derrota fue inminente, Don Rodrigo no puede hacer frente, y no sabemos mucho de su final, según algunas Crónicas muere en la batalla, otras fuentes dicen que acaba sus días en Salamanca, según otras, huyó y murió más tarde siendo enterrado en Portugal, según la Crónica Rotense en la ciudad de Viseu, hay una tumba que reza <<Hic requiescit Rudericus Rex Gothorum>>, afirmando que yacen allí sus restos mortales.
Como nunca se encontró su cuerpo, el misterio de su muerte sigue vigente hasta el día de hoy.
Posteriormente se produce otra importante batalla en Écija pero con iguales resultados. Las tropas visigodas eran derrotadas definitivamente y las puertas a la conquista estaban abiertas.
En el 712 el ejército encabezado por Muza entra en Toledo, y poco después en Zaragoza, Hispania pasaba así a manos de los musulmanes que la ocuparían durante siglos hasta producirse la Reconquista.
A pesar de que hasta el año 713 Agila había llevado las riendas del reino, se considera como último gran rey visigodo a Don Rodrigo, puesto que posteriormente a éste, el gran reino visigodo con la extensión que había tenido no existía como tal.
La leyenda de la casa cerrada:
De las múltiples leyendas que rodean a la figura de Don Rodrigo, una de las más populares es la de la Casa Cerrada, de origen árabe.
El insigne historiador Menéndez Pidal reúne las leyendas en sus escritos.
Esta historia nos daría la razón exacta de porque las tropas de Don Rodrigo perdieron en Guadalete. Una maldición se apoderaría del rey.
Existía en Toledo un recinto sagrado desde hace siglos que estaba prohibido abrir. Se decía estaba erigido en la fue la cueva de Hércules y que éste habría puesto el primer cerrojo.
Se trataba de un suntuoso palacio construido con los mejores materiales; rodeado de mosaicos, contaba con una puerta de hierro impenetrable.
Este recinto albergaba una habitación con un secreto, y los 24 monarcas anteriores abrían añadido cada uno una puerta con un cerrojo para mantener tal secreto a salvo.
Nadie debería abrirla y cada rey debería hacer lo mismo a su llegada al trono.
La casa estaba custodiada por doce guardianes elegidos entre los mejores. Estos invitaron al rey a poner su candado a su llegada a la ciudad como mandaba la tradición.
Pero la curiosidad mató al gato, y Don Rodrigo, lejos de poner el candado, decidió abrirlos todos para ver que se guardaba tras las puertas del lujoso palacio.
Lo que supuestamente encontró allí, fue, en primer lugar varias salas de diferentes colores, y delante de todas ellas, la mesa del rey Salomón realizada en oro y plata. Al ver aquello, Rodrigo piensa que lo siguiente que encontrará serán grandes tesoros, pero lo único que ocupaba el interior del palacio era un pergamino que rezaba lo siguiente:
<<Cuando la mano del tirano abra la puerta del palacio y profane el secreto, guerreros como estos penetraran en Hispania y se apoderarán del reino>>
En el pergamino había unos dibujos de guerreros visigodos sometidos por otros visiblemente musulmanes. Presagiaban una tragedia. El fin del Imperio.
Arrepentido pide volver a echar los cerrojos pero es demasiado tarde, y en un año pierde el trono como ya hemos explicado. La misma leyenda cuenta que la casa se incendia posteriormente y desaparece para siempre.
En Toledo existen sin embargo actualmente unas cuevas que podrían pertenecer al origen de esta leyenda, donde está ahora la Iglesia de San Ginés. Todas las hipótesis siguen abiertas …
Bibliografía:
- García Moreno, Luís. A.: Historia de España Visigoda. Ed. Cátedra, 1989.
- García Moreno, L. A.: El fin del Reino visigodo de Toledo. Decadencia y catástrofe. Una contribución a su crítica, Madrid, 1975.