El primer emperador romano Octavio Augusto, fue el dictador más temerario y oportunista, pero el pueblo al morir divinizó su imagen. Fue un hombre que evolucionó en su época, además de un gran estadista, que pese a su afán de grandeza mejoró la vida del pueblo.
Este hombre de Estado nació en Nola, Nápoles en el año 63 a. C., sobrino de Julio César fue designado por él como su heredero. Después del asesinato de su tío, formó con Lépido y Marco Antonio el Segundo Triunvirato, que se convirtió en una dictadura absoluta. Gobernó en Roma cuando logró hacerse con el poder y siendo reelecto todos los años obligatoriamente. Durante su mandato se hizo llamar Octavio Augusto y permaneció 45 años como emperador mantenido por el Senado, asumiendo todos los poderes sin excepción.
Consolidó el imperio con gran esplendor, controlando desde Hispania, Asia Menor, Egipto, Gran Bretaña hasta el norte de África. Considerado un hábil político, su ambición y crueldad fueron el sello de su gobierno, buscando formar una imagen positiva sobre su persona para la historia. Pero su compleja personalidad, mostraba las luces y sombras de su retrato más perverso, consiguió derrotar a Marco Antonio y dominar Italia. Su meta fue dejar un legado y construir un imperio grandioso, marcado por su deseo de vengar la muerte de Julio César, llegó a ser el emperador que el pueblo temió y adoró.
Sembrando terror a su paso, se impuso junto con Marco Antonio en un sus inicios, ambos buscaban venganza por la muerte de Julio César y enviaron varias legiones a Macedonia, a los cuarteles de Casio y Bruto, que fueron sus ejecutores. Dirigiendo el ejército ambos lograron derrotarlos, pero los asesinos se suicidaron ante el triunfo de Octavio Augusto y Marco Antonio. Ellos no dudaron en dictar fuertes represalias a los soldados vencidos y enviaron la cabeza de Bruto al pueblo romano. En ese momento Marco Antonio desacreditó a quien ya era su rival Augusto, quien dejó las tropas al mando de su amigo Marco Vipsanio Agripa.
Cuando Marco Antonio decidió abandonar Roma y asumió el mando de las legiones, comenzó la enemistad total con Octavio, quien lo derrotó en la batalla de Actium. Marchando a Egipto al cumplir su tarea, Marco Antonio se relacionó con Cleopatra, mientras Octavio Augusto combatió con su legión al hijo de Pompeyo, El Magno. En la batalla de Naulochus el ejército comandado por su gran amigo Agripa, destruyó la flota de Sexto Pompeyo. La rivalidad entre quienes habían formado parte del Triunvirato continuó y Octavio, asaltó el templo de las vestales, incautando el testamento en el que Marco Antonio, nombraba herederos a los hijos que había tenido con Cleopatra, considerado traición a Roma.
Las flotas de ambos lucharon en las costas griegas, hasta que los barcos desmantelaron las flotas de Antonio de la mano de Agripa y huyó a Egipto. El emperador romano tomó el mando de las legiones y persiguió a Antonio y Cleopatra, quienes se suicidaron. Intentó los años siguientes, simular que las decisiones de gobierno las tomaba el Senado y que Roma era una república, para lo cual dejó sus cargos y el mando de todas las legiones. Un gesto que en el 27 a.C. consiguió, que el Senado le concediera el título de Príncipe con facultades extraordinarias.
Un personaje histórico que los años siguientes gobernó en paz, pero que el envejecimiento convirtió en un hombre de mal carácter, con enfermedades de gripes y otras dolencias, que lo deterioraron. Se volvió más cruel imaginando complots en su contra, durante sus últimos años. Su salud delicada no resistió y falleció mientras visitaba la tumba de su padre en Nola, por bronquitis en el año 14 d.C. Antes de morir sus últimas palabras fueron: “La comedia ha terminado, ¡aplaudid!”. Con su muerte comenzó un periodo de idolatría hacia Octavio Augusto, desde que se portó su cadáver por toda Roma y fue incinerado en el Campo de Marte. Sus restos se guardaron en un mausoleo, que más tarde fue saqueado por los bárbaros y dispersaron sus cenizas.