El Museo Egipcio de El Cairo (Gettyimages) conserva en la actualidad la mascará mortuoria de Tutankhamón, conocida por las incrustaciones de turquesas y oro con que fue realizada y por la historia que encierra. El joven faraón murió con apenas 18 o 19 años, cuya momia se conserva en perfecto estado de conservación después de más de tres mil años. Este tesoro de la humanidad cubierto de oro, ha sido objeto de estudio, desde que fue encontrado por el científico Howard Carter en 1922.
Nuevos hallazgos confirman que Tutankamón no fue asesinado como se suponía en principio. Conclusiones sobre distintos aspectos de la tumba, demuestran una muerte por hemorragia interna, debido a las complicaciones de una pierna fracturada, que contrajo una infección. Una leyenda basada en una conspiración que atentó contra el pequeño faraón quedó desmentida. Enterrado en el Valle de las reyes como era la tradición, estaba protegido antes de su descubrimiento de la codicia de la humanidad. El valle durante siglos fue saqueado por conquistadores, aventureros o arqueólogos, que solo anhelaban sus tesoros, pero perecían a poco de intentarlo.
Se creía que los Faraones guardaban secretos de la humanidad, motivo que aumentaba la búsqueda de respuestas y Tutankamón al morir en la adolescencia, fortalecía las teorías. Tras el descubrimiento de Carter quedaron al descubierto tesoros incontables que no tenían precio. Descrito por el arqueólogo americano James Breadstad como: «Los inmensos e incalculables tesoros de un niño que dominó el mundo….”. Dentro del ataúd encontraron el cuerpo ya momificado de Tutankamón, con el rostro cubierto por una máscara que simulaba las facciones del rey en oro sólido.
En el pueblo egipcio la leyenda sobre la maldición ancestral comenzó con el hallazgo de la tumba. Hasta ese momento el monarca encontró la forma de detener a los intrusos. Con Carter y el equipo de investigación que trabajo allí durante 16 años, la horrenda historia continuó. Aconteció en principio que el canario que lo acompañaba, fue atacado por una cobra (serpiente protectora de los faraones) inesperadamente en el interior de la excavación. El suceso que confirmó la veracidad de la maldición al mundo, fue la muerte del conde de Carcarvon, quien costeaba la investigación, por una picadura de mosquito con la que contrajo una fuerte infección y neumonía en 1923, días después del acontecimiento. El rumor causó estupor cuando se analizó la máscara y se observó que «el Faraón tenía una marca en el mismo lugar en que Lord Carnavón fue picado por el mosquito». En El Cairo la ciudad quedó sin luz en el momento de su muerte y su perro en Inglaterra, murió al mismo tiempo que su amo sin motivo.
Comenzaron a sucederse una serie de muertes que certificaban la maldición. El medio hermano de Lord Carnavon se puso al frente de los estudios trasladándose a Egipto, pero cuando regreso a Londres falleció en su habitación sin motivo aparente. Carter restaba importancia a los comentarios y continuaba su ardua labor, pero le siguió su ayudante Arthur Mace, después de romper el sello de la Cámara Real que separaba del exterior la tumba, cuando regresó al hotel también de forma fulminante sin explicación. Otra víctima fue el radiólogo que trabajó bajo las órdenes de Carter, otra vez sin motivos. Sucedieron más muertes de personas que estuvieron en el interior, como la secretaria del científico y el padre de esta al conocer la noticia. Un amigo del investigador que visito el lugar fue víctima de un ataque cerebral al regresar al hotel. Pero lo más terrible, sucedió cuando se hizo la autopsia de Tutankamón en 1925 en la Universidad del Cairo. Cuando el medico Douglas Derry realizó la primera incisión en las vendas exteriores, cayeron 143 pequeños bolsillos, cada uno con una piedra preciosa. Ante el asombro de los presentes, las facciones del Faraón Niño se observaron casi vivas.
Así aconteció que el ayudante de Derry falleció, pero él sobrevivió hasta los 80 años. El descubridor Carter vivió hasta los 67 años y su muerte fue por causas naturales. La teoría de la maldición tenía sus detractores, pero aquellos relacionados con las riquezas, que habían puesto sus manos o subvencionaban la investigación, murieron sin explicación.
Décadas después el director de antigüedades de Egipto que se opuso al traslado hacia Paris por pesadillas que le anunciaban su muerte, fue obligado por el gobierno a aceptarlo y murió ese día atropellado. La maldición continuó en 1972, cobrándose la vida del nuevo director que no creía en ella, luego de la supervisión de los objetos para la exposición en Londres. Los pilotos que trasladaron las antigüedades, también murieron y otro miembro que se burló jugando sobre el sarcófago, sufrió dos infartos posteriormente.
Una lista que en los años ochenta continuó con los objetos, que se llevaron para la película “La maldición del rey Tut”, con el protagonista, Ian McShane, quien cayó con su coche y se rompió la pierna en diez partes el primer día. La maldición puede o no ser autentica, pero las nefastas coincidencias sorprenden y quizá solo la máscara de Tutankamón sea la solución o quizá no.